sábado, abril 18, 2009

La Noche Callada

No lo niego le tengo miedo a la muerte, pero es lo lógico lo que uno conoce es este mundo, esta vida buena o mala, ya sea que se tengan o no creencias religiosas que digan que solo estamos de paso y que debemos trabajar para nuestra vida futura, esa del más allá. Nos aferramos con dientes y uñas a este mundo egoísta, que poco a poco devora nuestros sueños que nos exige seguir las normas de la sociedad en que estamos inmersos y cuando la Parca llama a nuestra puerta (eso cuando se muestra educada)ya sea porque venga por nosotros o alguien cercano estamos dispuestos a luchar, aunque al final casi siempre ella gana, pero no importa ... No entraré docilmente en la Noche callada como dice ese poema de Dylan Thomas que escribió para su padre...

No entres dócilmente en la noche callada
(Do not go gentle into that good night)

No entres dócilmente en la noche callada,
que al morir la luz la vejez debería
delirar y arder; odia el fin de la jornada.

Aunque el sabio ve en su ocaso la alborada,
como a su verbo el rayo vigor no confía
no entra dócilmente en la noche callada.

Llora el hombre bueno tras la última oleada,
por lo que pudo su obra danzar en la bahía,
y odia, odia feroz el fin de la jornada.

Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su “albada”,
y advierte aunque tarde, la ofensa que le hacía,
no entra dócilmente en la noche callada.

Y el grabe que al morir ve con ciega mirada
que ojos ciegos pueden ser meteoros de alegría,
odia, odia feroz el fin de la jornada.

Y tú, padre mío, de tu cima alejada,
Maldice o bendíceme con voz airada o pía.
No entres dócilmente en la noche callada.
Odia, odia feroz el fin de la jornada.

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